Diamantino


Nadie podrá predecir lo que sucederá después de los primeros quince minutos de Diamantino (2018, dir. Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt) que ya por sí mismos son lo más extraño y único que se exhibirá en cines este año. Una parodia de Cristiano Ronaldo que para anotar goles ve en la cancha perritos gigantes rosados, espías lesbianas, gemelas malvadas, un plan para separar a Portugal de Europa, y por si fuera poco, migrantes refugiados. La cuestión no es preguntar por el origen de la extraña mezcla sino porque este absurdo se deja guiar con tanta seguridad. Aun es poco lo que menciono para hacerle justicia a la naturaleza bizarra pero divertida de Diamantino

Después de la muerte de su padre y de fallar un penal en la final de la copa mundial, Diamantino Matamoros decide llenar el vacío de su vida con una causa justa: adoptar un niño refugiado. Sus hermanas gemelas, por otro lado, buscan exprimir en billetes verdes lo que puedan de Diamantino: así que lo inscriben en un programa de investigación para clonarlo. Detrás de esto hay una ministra cuyos malévolos fines buscan separar Portugal de la unión europea. Además, hay una espía que investiga el lavado de dinero que ocurre dentro de la casa de Diamantino. Nuestro protagonista no tiene idea de nada de lo que ocurre a su alrededor. Es un personaje iluso, ingenuo, piensa como un niño, pero en el fondo es cariñoso y amable. Su talento en la cancha proviene de sus visiones de perritos gigantes rosados corriendo por el campo junto a él. 

El absurdo de la película es el hilo conductor de la narrativa. Este absurdo no se utiliza de manera gratuita: no es solo para la burla sino para la crítica de un sector político. ¿Qué otro sector más que el que propone la separación entre países, la creación de muros, el fortalecimiento de la xenofobia, sería tan absurdo como para invertir fuertes cantidades de dinero en proyectos pseudo-científicos como clonar a un jugador de fútbol? De lo que nos reímos, realmente, es de los límites a los que este sector político podría llegar para alcanzar sus objetivos. 

Detrás de la clonación de Diamantino hay un fin político: crear un equipo de jugadores de fútbol capaces de ganar cualquier partido. Al principio de la película, Diamantino compara las iglesias con las canchas de fútbol: ahora en los estados se suceden milagros. Lo que en el fondo se revela es que el nuevo opio del hombre es el fútbol. El pueblo feliz y distraído otorgará su voto a la campaña que busca separa a Portugal de la unión europea, se construirán muros, se fomentará la xenofobia, se dividirá el continente. Sólo personajes tan ingenuos como los que presenta la película podrían considerar estas ideas realmente con seriedad. Es por eso que la película no se toma en serio, ¿quién podría tomar estas ideas en serio? De ahí la burla de lo absurdo. 

Quizás la película más extraña y única que he visto en el año es Diamantino. Tiene elementos que nadie podría haberse imaginado que podrían combinar para terminar en una película cómica. Se respira tanta originalidad y confianza que las últimas secuencias ya no tienen más que valentía. Si hay una película en la que puedes apagar tu cerebro y salir con una pizca para platicar después de la función, la respuesta es Diamantino

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