IT Capítulo dos


Si los recuerdos forman nuestra identidad y los elegimos conscientemente, ¿qué nos dice sobre nosotros aquello que decidimos omitir y olvidar? Los personajes de It Capítulo dos (dir. Andy Muschietti, 2019) realizan un viaje en su pueblo natal, Derry, para sacar a flote sus peores temores. Los recuerdos de su infancia están olvidados para ellos: han pasado 27 años, han construido una vida fuera de Derry, pero han regresado porque Pennywise también lo ha hecho. Caminar por las viejas calles de un pueblo dejado atrás solo para recordar los peores miedos caídos en olvido. ¿Porqué se olvida? ¿qué nos dice el olvido de nosotros? 

El primer capítulo de esta historia hacía un buen trabajo de construcción de personajes. Los miedos estaban fundamentados en aspectos centrales de los integrantes del club de los perdedores. El miedo a la muerte, a la enfermedad, a la adolescencia, a ser mujer en un mundo machista, al pasado, a la religión, al olvido y los payasos. Debajo de la alfombra, había un comentario acerca de como el pueblo americano, especialmente, los adultos, contaminaban la infancia de los niños con miedos: de ahí venía el verdadero mal. Y ahora nuestros niños ya crecieron: son adultos. 

Esta segunda parte se construye a partir del trauma colectivo. Los personajes reaccionan con miedo, algunos con vómito, otros con impulsos nerviosos, o escalofríos en el cuerpo. Ninguno parece recordar exactamente lo que ocurrió durante su infancia. Hay partes que no pueden recordar. Es ahí donde la película añade más secuencias que no estuvieron en la anterior -el reciclaje del material eliminado-. Lo interesante radica en que son espacios vacíos que no forman parte de la narrativa original. Son los espacios olvidados por los personajes pero que nos revelan aspectos importantes sobre ellos y la historia. 

Si el miedo de los niños estaba relacionado con el miedo al futuro, el miedo de los adultos está relacionado con el miedo al pasado, en las cosas que los han convertido de tal o cual forma. Hay una confrontación directa con pasajes de su pasado que se han obligado a omitir de su identidad. Esa confrontación y superación para derrotar a sus mayores miedos: ellos mismos. Hay una línea delgada entre la cordura y la demencia, entre la vida y la muerte. Esto me parece realmente interesante, pues se trata de aquello que los adultos más temen: lo vulnerable de su pasado. 

La película logra construir una sensación de trauma colectivo que funciona para estar alerta del payaso. Sin embargo, la película abusa de sus propias virtudes: en lugar de optar por un montaje paralelo, la película decide contar los miedos de cada personaje por capítulos. Es ahí donde su efectividad decae. Lo interesante que se desdibuja del poco verosímil hecho de que cada personaje ande solo por la ciudad, justo cuando hay un payaso asesino suelto, es que el enfrentamiento con el olvido es interior y solitario. Es una recolección terrorífica, una puerta a la que nos da miedo entrar. 

Los defectos de su antecesora se intensifican. Los personajes están bien construidos aunque mal desarrollados. Los miedos están ahí a medias, para algunos ni eso, son solamente un guiño. Los miedos de Mike no tienen un peso importante en la narrativa. Él en ningún momento tiene una confrontación directa con el pasado. Eddie aun le tiene miedo a cualquier enfermedad pero ahora es más valiente. Richie desbloquea un miedo que permite otra lectura a su personaje, y lo aleja del simple miedo a los payasos. Ben continúa siendo el personaje poco sociable que alcanzó éxito pero en el fondo se siente solo. Bill se siente responsable por la muerte de su hermano y revela algo más sobre ese trágico día. Beverly se enfrenta al abuso de su padre, además que se aferra a un poema de su infancia. Otro personaje es devorado por el miedo. Si la primer película apenas podía presentar adecuadamente a sus personajes y sus miedos, la secuela cree tener la capacidad de resistir el alargamiento en favor de darle más pantalla al miedo -y aun así, es incapaz de dar espacio justo-. 

Hay una lectura importante en la manera en la que esta secuela está construida. Así como T2 Trainspotting (dir. Danny Boyle, 2017) lidiaba con el olvido y el recuerdo, los personajes de It Capítulo dos también tienen que lidiar con lo mismo. Se construye la secuela a base de la nostalgia al interior de su narrativa. Quizás sea una razón fuerte por la cual, los miedos olvidados no resuenan tanto. No cargan con una anterioridad establecida en la película anterior, sino en aspectos nuevos. Es aquí cuando me permito realizar otra comparación con una película que se construye y dirige a base de recuerdos: Fresas salvajes (dir. Ingmar Bergman, 1957). Esta película muestra el deseo y placer humano del recuerdo. Los recuerdos tienen un poder narrativo de gran calibre si se utilizan de la manera correcta, porque parece que en el fondo, estamos construidos a partir de recuerdos. Es la memoria la que conduce nuestras vidas. 

Si bien la película colecciona momentos inverosímiles, repeticiones incesantes de su discurso -la colectividad vence al miedo-, me permito observar el miedo del recuerdo como eje conductor de la narrativa. ¿El olvido nos lleva a la perdición? ¿La confrontación a la salvación? ¿De qué nos podemos sostener, quizá entre la colectividad que sugiere, para no dejarnos caer en el abismo? La respuesta emotiva de la película se sostiene en la constante cacofonía de que la amistad vence al miedo. Es descuidada con los temas que toca porque tiene tanta seguridad en lo que hay tan claro en la superficie que nunca examina el sub-texto. 

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