Mente revólver: pero sin municiones




En fondo negro, el sonido crea un ambiente tenso: alguien está siendo torturado. Una voz dice: “te voy a contar la historia más impactante”. ¿Qué más podría esperar de una película que abre con altísimas expectativas? Mente revólver (2017), ópera prima de Alejandro Ramírez Corona, se anuncia pavoneada pero lo único que impacta es que tan poco impacta. 

Mario Aburto (Baltimore Beltran) está libre y suelto en Tijuana, pero sólo en la ficción de Mente revólver. La historia de su (des)integración a la sociedad está acompañada por dos relatos más: el de Jenny (Bella Merlin), una indigente estadounidense que viaja a México para vender un arma ilegal que encuentra en un basurero; y el de Chicali (Hoze Meléndez, tesoro zikril y nacional), que de músico, ora policía, ora asesino a sueldo. La narrativa mezcla estas tres historias, que en algún punto tendrán que conectar, sea para bien o sea para mal. 

Quizá, la finalidad sea dibujar un discurso sobre el origen de la maldad, de la violencia y de la inseguridad en México. Quizá, las cabezas corruptas del poder son culpables, los personajes peones, o peor, como hoja a rienda suelta del viento ——discurso de Everardo González en la libertad del diablo (2017). Quizá, es una exploración de aquello con notas deterministas: la vida de tres personas unidas por fuerzas mayores —Magnolia (1999), Amores Perros (2000). O quizá, piensa en alguna de las anteriores pero no por intención, porque de no existir las referentes y está película vivir por sí sola, no sostiene más que un revólver sin municiones.

Mario Aburto deambula por las calles, toca la puerta de sus padres, trabaja en una fabrica de nosequé, y mantiene activa su vida sexual. Mario escribe en un póster de película de ciencia ficción que no hay futuro, más adelante en el baño de un mar lee: “el futuro de México está en tus manos”. Mario tiene que no existir para mantener su vida, que alguien le avise que eso es sencillo en la Ciudad de México. Sin embargo, la extensión de su relato se delimita en lo anterior descrito, sin progreso, sin estudio sobre el personaje, sin crítica. 

Jenny, la indigente estadounidense, encuentra de fortuna un revólver en la basura. No puede venderlo en Estados Unidos porque es ilegal, pero puede ir a México, ahí la ley no se aplica. Ella encuentra a Cruz, quién sin más preguntas le compra el revólver a buen precio. Tras la venta disfruta de un buen baño, de nuevas prendas, y comida no encontrada en basureros. Un día le roban el dinero, así que tiene que traficar drogas en la frontera. Tan mala suerte tiene que la descubren y regresa al único lugar donde la ley no se aplica: México. Lo que sucede con Jenny es conveniente: de antemano sabemos que progreso sigue su relato, el cual es reducido, alentado, nada interesante, y breve. ¿Quién es Jenny? ¿De dónde viene? ¿Qué desea? Estas preguntas pueden aplicarse al anterior, Mario Aburto, y al que viene, Chicali. 

Un joven que tiene que cuidar a su, ¿bisabuela, abuela, tía, vecina? El chamaco se vuelve policía para obtener el dinero que necesita para cuidar a su, ¿bisabuela, abuela, tía, vecina? De policía se convierte en héroe, salva a Jenny de dos maleantes en el supermercado. Sin embargo, los líderes de un cartel le dan un mordisco para que se vuelva asesino a sueldo. Sin más preguntas, de corte a corte, Chicali es asesino a sueldo. Sin la atención detenida, paciente, y emotiva —Walter White en Breaking Bad (2008-2013), Michael Corleone en The Godfather (1972)—, la transición de los personajes, y sobretodo Chicali, pasa por encima, como un salto apresurado para acabar la historia. 

Imaginé ahora el trío de relatos en mezcla heterogénea: cada uno a su propio ritmo no combinan dentro de una narrativa mayor. Sin progreso en una, poco y pobre en otras, juntas son peor que el trafico en la ciudad: no se mueven. Las conexiones, sin orden temático o dramático, no tienen peso en la historia. Jenny podría pasar a un lado de Mario Abusto, y ahí cae el peso de su débil conexión. Hay espacio para decir que el montaje también salta pasos: se extraña más suspenso en algunas secuencias, que tan sólo ilustran un breve resumen, familiar porqué se parece a algo que has visto pero de panfleto.


Duele en la ficción como en la realidad, y aun más en ésta: en México abunda la violencia y la impunidad. 

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