Había una vez ... en Hollywood


¿De qué trata Once Upon a Time ... in Hollywood (dir. Quentin Tarantino, 2019)?, le pregunté a mi amigo cuando salimos de la función. Nos quedamos en silencio. La novena película de Tarantino no tiene una estructura como el resto de su filmografía. La ausencia de lo anterior no permite un análisis formal sobre los temas que trata la cinta. Algunos podrían afirmar que es una película vacía, puede que no se equivoquen. Esto no significa que la película no toque ningún tema sino lo contrario: no los toca de la manera usual en una película de Quentin Tarantino. Esta es una de muchas otras decisiones que su novena película colecciona. Es cierto, Tarantino realiza tanto una revisión histórica -las comparaciones con Bastardos sin gloria (2009) son inevitables- como una revisión de su propia filmografía. 

Caería en un texto redundante si sugiero que Once Upon a Time ... in Hollywood trata ... de Hollywood. Los últimos minutos de la película, en los que aparece por primera vez el título de la película, revelan por sí solos el cuento de hadas que disfrazaba la vida cotidiana de tres personajes de alguna manera relacionados con el cine. Los primeros planos nos introducen en el coche de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), una estrella de programas de westerns en decadencia. Acompañado de su doble de acción, chofer y asistente personal, Cliff Booth (Brad Pitt), los seguimos en sus andadas por las aceras calurosas de los Ángeles. Al mismo tiempo, seguimos la vida cotidiana de Sharon Tate (Margot Robbie): actriz de cine que lamentablemente perdió la vida en los asesinatos de la familia Manson en los años 60s. Lo que construye la película es una fantasía sobre la inocencia que nunca se perdió. 

Su novena película es diferente en ritmo, estructura y personajes comparada al resto de su filmografía. Parecería que no se trata de una obra suya si no fuera porque sus obsesiones habituales con los westerns -y en especial los spaghetti westerns-, artes marciales, el cine italiano y de gangsters -en general-, no estuvieran impresas. Y eso la hace una película interesante dentro de su filmografía: revisa las mismas obsesiones de una manera diferente. Detrás de cámaras, la industria de Hollywood atravesó por cambios importantes originados por el movimiento MeToo. La película se lee desde nuestro presente -y que de otra forma no funciona-: hay puntos que en otros años no se hubieran desarrollado de cierta manera. Eso se nota en la forma en que actúan ciertos personajes, parece que se mueven de acuerdo a nuestra actualidad. La comparación con Roma (dir. Alfonso Cuarón, 2018) no es gratuita. Si Cuarón reconstruyó su infancia en grandes magnitudes, Tarantino reconstruye el mundo que vivió en una sala de cine. En ese sentido, la película se siente íntima y reflexiva de parte de Tarantino. Por eso, más que relacionarla con Roma, le encuentro más parecidos con The House that Jack Built (dir. Lars Von Trier, 2018). Las dos cintas son búsqueda interna en la que el autor digiere su propia filmografía -y las críticas que ha recibido- para afirmarse nuevamente. 

Es un autor más sobrio y con mucha soltura. Lo muestran los saltos entre la realidad de la ficción y la ficción de la ficción -los comerciales o películas que realiza Rick Dalton-, en los cuales se respeta el look distintivo de cada formato y al mismo tiempo la propia ficción de la ficción revela aspectos importantes del cuento alargado. Incluso en los cortes sobre el mismo eje en conversaciones o en los debates del propio Rick Dalton. Las tomas largas que no distinguen entre ficción y realidad. Las tomas que acompañan los coches de los protagonistas, como nosotros los acompañamos también. Diría que la secuencia en el set de western abandonado tiene algo de The Wrong Man (dir. Alfred Hitchcock, 1958). Con esto quiero remarcar: la soltura con la que se mueve la cámara muestra un autor seguro de su técnica.

Otros lo han señalado mejor que yo: Sharon Tate -el mito- desaparece en cuanto ingresa a una sala de cine. Es ahí cuando se muestra quien era -o lo más cerca que podemos estar de aproximarnos a su esencia-: una actriz que se esforzaba, daba lo máximo para los roles que interpretaba, interesada por la reacción del público. Le es entregada la vida que le fue arrebatada. Sugeriría acceder a otros textos que abarcan esta conversación que surgió durante la conferencia de prensa de la película en Cannes. Una periodista le preguntó a Tarantino la razón por la cual Margot Robbie no tiene mucha líneas. La pregunta, sea como haya sido, abrió un debate acerca de la representación en la cinta que quizá, de otra forma no hubiera resonado tan fuerte. Lo comento brevemente y sin mucho desarrollo porque no me considero la fuente para dar un declaración con sentido. Por lo mismo, sugiero acercarse a otros textos y conversaciones más agudas que este texto. 

Lo que está detrás de la fantasía es una realidad cruda: los asesinatos de la familia Manson. El clímax de la película se construye a partir de dichos acontecimientos y del revisionismo histórico que ya había sido explorado en Bastardos sin gloria. Es un momento que se lee desde nuestro presente. Los personajes (des)conocen quienes son estas personas que tocan a su puerta, son amenazantes, pero todavía no han cometido sus crímenes. Es quizá la razón por la cual es un momento que difícilmente alcanza la glorificación de la violencia que sí logró Bastardos sin gloria

Vuelvo a la pregunta inicial, ¿de qué trata esta película? Por un lado, no puedo terminar de asociar los tres momentos intercalados en los que nuestros tres protagonistas interactúan de alguna forma con el cine. Rick Dalton realiza la interpretación de su vida en un set, en el cual momentos antes se esforzaba por no olvidar sus líneas. Cliff Booth regresa a un set donde solía grabar pero ahora empolvado y lleno de hippies. Sharon Tate ingresa a un cine en el cual observa una película que ella protagoniza y disfruta de la reacción del público. Algo ahí es interesante: la interacción con el cine. Pero aun no veo mi respuesta satisfecha por completo. Si bien toca el olvido del actor en la industria, Sunset Blvd (dir. Billy Wilder, 1950), lo hace con más astucia. 

En alguna parte de la película, una pequeña niña le pregunta a Rick Dalton de qué trata el libro que está leyendo. Es sobre un vaquero que ya esta viejo y ha olvidado como montar a caballo, o una cosa así. Lo central: el personaje quiere demostrarse a sí mismo que aun tiene las capacidades que el resto le dice que ha abandonado. En ese mismo sentido, siento que Tarantino revisa su propia filmografía, a sí mismo, el cine y la televisión que lo ha marcado, y realiza con su novena cinta, una afirmación de lo que quizás, ya había olvidado. Hollywood construye fantasías, alternativas en las cuales los finales felices reinan, y de tal forma construye su novena cinta: como un cuento hollywoodense. 

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