Alita Battle Angel: refracciones sin corazón


Hace unos días en la televisión pasaron la segunda parte de Mini-Espías, de Robert Rodríguez. Esa película en la que todavía te daban los lentes 3-D de plástico y papel. Al escribirlo, parece que hablo desde alguien excesivamente adulto, pero es todo lo contrario: apenas he llegado a mi cuarto lustro. 
Es verdad, estoy envejeciendo. 

Alita Battle Angel (2019) es la nueva película de Robert Rodriguez. Fue adquirida por el estudio de James Cameron, y tras darle Rodriguez una revisada al guion, tanto el estudio como Cameron, le dieron luz verde para dirigirla. La película está basada en un animé del mismo nombre. Ubicada en un futuro distópico, —como todo buen futuro debe ser—, Alita es un robot caído del cielo, es por eso, un ángel. De hecho, es una máquina muchacha de ojos grandes que roba cada suspiro y sonrisa en la sala. Ella fue creada por el doctor Ido (Christoph Waltz) después de rescatarla de un basurero. Explicación: En este mundo hay dos partes, extraído desde su origen más remoto, Metrópolis, en el que hay un mundo superior al que nadie puede acceder, y un mundo inferior, a dónde va toda la basura, y está lo que llamaríamos: los mortales. Alita recupera pronto un cuerpo, pero no su memoria, y está varada en un mundo el cual está destinado a sufrir: entre cazadores que hacen de las suyas en cada esquina, hasta un único medio de entretenimiento: una mezcla de fútbol americano, carreras, y box, y si hay violencia, mejor —como todo buen deporte—. Alita comenzará una búsqueda por su identidad, en lo que pretende ser una alegoría de su adolescencia, algo que la llevará con su primer amor, a un estilo que, en pretensión, evoca a Romeo y Julieta, pero que recuerda más a una cursilería. 

Alita Battle Angel es de ese tipo de películas que nunca deja de construir su universo: pero desde una connotación que, en serio, parece que hay que recordarnos en dónde estamos a cada segundo. La función del dialogo es explicativa, y aunque esta función no es inherentemente mala, cuando se utiliza frecuentemente es cansada y agota. Cualquier personaje sólo habla para decirnos que pasa en el mundo en el que vive. Y aunque el mundo que tanto desea construir por medio de explicaciones refiera a otros muchos antes visto, la originalidad de sus personajes es lo que lo puede salvar. El mundo viene de la división entre clases sociales por una jerarquía del espacio, unos arriba, otros abajo. La aparición del robot como reemplazo de partes humanas, o también como replicantes después de tanta secuelas de Blade Runner. Todo podría tener una referencia hacia otros historias, otros mundos, otras películas, otras novelas. Pero tiene la capacidad de crecer a través de sus personajes. 

El problema es que sí tiene personajes interesantes, al principio. Cada personaje tiene una historia detrás que lo hace interesante. Ido perdió a su hija y ha construido a Alita desde el cuerpo de su hija difunta. Su esposa, Chiren (Jennifer Conelly), todavía niega la ausencia de su hija, y desea regresar al mundo de arriba, a dónde pertenece. Zapan (Ed Srkein) es un robot con deseos de verse humano, y por eso su dinero se va en su rostro, narcisista. Hugo (Keean Johnson), el novio de Alita, es un cazarecompensas que desea ir al mundo de arriba. Casi todos quieren lo mismo, y buscan obtenerlo de diferentes formas. Pero la narrativa los utiliza más como un vehículo explicativo, que como verdaderos personajes.

Por eso se pierde mucho la historia, como si fuera inconsistente, e intentara trasladar el animé en unas dos horas y media. De un momento a otro hemos saltado como siete brincos en la narrativa. De la misma forma, despistada, y tanto así, que tienen que asesinar dos veces al novio de Alita para despertar alguna emoción en el publico, sobretodo en aquel que no se ha dormido o que no puede separar sus ojos de los de Alita. Y si intentara por lo menos en escapar de tantas refracciones con las que ha vestido a su mundo, y a su narrativa, Alita Battle Angel podría tener un rostro humano, o tan siquiera, un corazón. 

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