Las distancias azules



Si piensas en los acontecimientos de tu vida, ¿qué viene a tu mente? ¿Cuáles son las sensaciones que despierta el recordar? Quizás con esto quiero decir que una vida está constituida por sensaciones cuyo vehículo es la memoria. Y esas sensaciones son las que nos hacen afirmar: estoy vivo. Estar vivo es un cúmulo de sensaciones, y entre más enormes, entre más anecdótico, parece que vivimos más. Lo anterior, me parece una idea errónea sobre las sensaciones de nuestra vida, porque tan solo en lo minúsculo de nuestro día a día, encontramos esas sensaciones. 

Tanto Distancias Cortas (2015) de Alejandro Guzmán, como Los Años Azules (2017) de Sofía Gómez Córdova, presentan la vida de sus personajes encerrados en su propio espacio, herramienta que sirve como alegoría de su existencia. Las dos películas tienen en común el presentarse en un sólo espacio: Distancias Cortas, la casa de Federico Sanchez, y Los Años Azules, la casa que comparten cinco jóvenes de Guadalajara. Cada una de ellas, muy distinta en su propuesta, interroga a las sensaciones que conforman una vida, para hacernos una importante pregunta, ¿qué hacemos de nuestras vidas? 

Federico Sanchez (Luca Ortega), el protagónico de Distancias Cortas, de sobrepeso mórbido, cuya condición no le permite más que estar en su casa: realizar collares, ver la tele, dormir durante esa tarea, y llegar a la cama. Los fines de semana es visitado por su hermana y su cuñado, quien el último parece tenerle cierto cariño a diferencia de la primera. A través de su cuñado, Federico recupera una suerte de entusiasmo por salir de casa: encontró un rollo de fotografía que nunca reveló y ahora quiere ver las fotografías que esconde. 


La historia de una persona con sobrepeso como la que cuenta Distancias Cortas, no cae en la anécdota de aceptar tu cuerpo tal cual es, o cambiarlo por lo que deseas, sino que propone agarrar la vida por los cuernos y salir a experimentar, y a sentir. El primer acto de la película muere rápidamente: esto como consecuencia de que Federico Sanchez no tiene el deseo de volver a salir hasta dos tercios después. El entre medio es un festín de relaciones: el joven que conoce en la tienda de fotografía en la que revela el rollo, Paulo (Joel Figueroa), y el cuñado de Federico, Ramón (Mauricio Isaac). Es probable que Paulo encuentre en Federico la figura de un padre, el cual está ausente en la película, y también la figura de un amigo. Los dos comparten una pasión por la fotografía, de la misma manera que Ramón, el cual se une al grupo en la segunda tercia de la película. La relación entre Ramón y su esposa (Martha Claudia Moreno) es una de control de uno sobre otro. Las actividades que le gustaría  a Ramón compartir con su cuñado pasan por el filtro de su esposa, quien tiene que aprobarlas. Ramón encuentra la vena para ponerse un alto, y decidir por sí mismo que es lo que quiere hacer. 

La casa de Federico Sanchez es un reflejo de su estado emocional. Es una casa olvidada, diferente a lo que alguna vez fue. Es curioso que los personajes no intenten arreglar la casa, con todo y sus imperfecciones, sino que aprendan a mirarla artísticamente. Lo que abre una nueva oportunidad en la vida de Federico Sanchez es la adquisición de una cámara fotográfica, toda una ganga. La fotografía se presenta como una apreciación de la mirada, de observar tu entorno, tu vida, todo lo que te rodea, y hacerlo arte. Las primeras fotografías de Federico Sanchez, y como él las llama, productos artísticos, son de teléfonos de su casa, frutas, collares, muñecos y trastes. La ambición de salir al exterior para observar el mundo y tomar increíbles fotografías es otra forma de aventurarse hacia lo desconocido para Federico Sanchez, otra forma de aprender a vivir. 


Y la importancia de la vida está contrastada con la muerte, sin una no existe la otra. Y quizá, la película sea trate más sobre la muerte que sobre la vida. En tanto Federico Sanchez nos relata la historia de un árbol, el cual te dice cuanto tiempo te queda de vida si lo abrazas, todo depende del largo de tus brazos. Una historia que Federico Sanchez y su hermana comparten a través de su madre. En otra sección de la película, en referencia al manga Death Note, Federico hace una lista de las personas que desea que mueran, y tras una trágica experiencia, anota su nombre en primer lugar. Es un aprender a vivir sobre la muerte, que viene cerca. Pero como Distancias Cortas te da un terreno amplio para jugar, y con algunas inconexas propuestas, ciertas ideas como esta no terminan de concretarse. 


El otro lado de la moneda nos presenta a cinco jóvenes que están totalmente perdidos en sus vidas. Los años azules presenta la vivencia de estos jóvenes en una casa que se está deshaciendo, igualmente olvidada, pero cuyos intentos para arreglarla son inútiles. El cambio de un foco, que no sólo es cambiar el foco, sino la corriente, las venas y sangre de la casa. Esta casa también sirve como alegoría para la existencia de los personajes. Jaime (Luis Velazquez), un fotógrafo que ha alcanzado un alto nivel técnico que gusta de retratos masculinos al desnudo, pero cuya carrera no parece ir a ninguna parte. Silvia (Ilse Orozco), una bailarina de ballet cuya carrera, también parece extinguirse dada su edad, si es que alguna vez tuvo alguna. Angélica (Natalia Gómez Vázquez), una dedica estudiante de … Andrés  (Juan Carlos Huguenin) un adulto-niño que lee en el techo y estudia … ¿letras? Y por último, la nueva integrante: Diana (Paloma Dominguez) una actriz que ha encontrado su vocación en lo que algunos llamarían, muy tarde en su vida. La película se presenta, algunas veces, desde los ojos del gato Schrödinger, mascota de nadie, sino mirada de la casa, y su propia alma. 


La casa de Los años azules es otro personaje más. En contraste a Distancias Cortas, en esta película nunca abandonamos el lugar que nos presenta. La vida de los personajes se cuenta a través del espacio que habitan. Lo cual, por un lado, es muy ambicioso. Es un proyecto que busca retratar las sensaciones de una vida en la que por lo general se piensa de ordinaria y rutinaria. En esos espacios, la historia encuentra una superficie por la cual contar la convivencia por medio de la empatía. Ninguno de los personajes es familiar el uno con el otro, al menos al principio de la película. Hay ciertos grupos que se forman, ciertas relaciones entre uno o dos personajes, pero nada construido hacia la dirección final de la película: la formación de una familia. 

La llegada de Diana es el incidente de la historia. Ella propone un estilo de vida diferente a de los personajes, el cual es un conflicto para aprender a vivir juntos en comunidad. Los primeros minutos de la película, justo tocan este tema, pero que no termina de concretarlos. La historia adquiere un aire de perdida, quizá para acentuar lo tan perdido de los personajes: ninguno para hacer algo para escapar del lugar en el que se encuentra. Son personajes pasivos a la máxima potencia: están en la contemplación de un desastre que no tienen ánimos de resolver. En este punto, la película introduce un tema que toca a medias: una lucha entre la mediocridad y la superación. Los personajes comparten un dialogo sobre este tema exactamente, sobre encontrarse a uno mismo, y alcanzar eso que desea. ¿Cómo alcanzarlo? 


Diana es el personaje más lucido para dicho pasaje. Ella es una persona que ha descubierto su vocación muy tarde en su vida, casi a los treinta años. La actuación es a lo que se quiere dedicar, y en uno de los primeros ensayos de su nueva obra ella propone muchas nuevas ideas para subvertir el escenario. En otra parte, ella aparece madrugada, sin despabilar, y con una actitud radicalmente contraria, y para agregarle: no se ha aprendido los diálogos de su personaje. Ella envidia o desea, pero le gustaría estar en el lugar de Silvia, una bailarina cuyos movimientos son delicia, algo que le hubiera gustado realizar. Silvia está en pleno descenso de su carrera, porque las bailarinas a cierta edad pierden la condición, o alguna cosa así que desconozco. El hecho es que no parece muy satisfecha con lo que ha logrado, a pesar de tener un alto nivel técnico. De la misma manera que Jaime, el fotógrafo, está estancado en su vida. Lo que me parece interesante es que cada personaje comparte un área artística en la que no parece desarrollarse con satisfacción. Es un arista en la que el éxito en nuestra sociedad pudo ser tema de reflexión si tan solo la película se atreviera a presentar un cambio de narrativa. Hay pocas cosas que presenten un cambio en la historia, y los pocos e insignificantes que hay son un destello para la audiencia. 

Hacia el final de la película, los personajes abandonan la casa, lo cual es un cierre positivo, y de acuerdo con el título, Los Años Azules son esa época en la que uno se vive soñando con el futuro pero construyendo sobre nubes. Por otro lado, uno podría aplaudir al talento de la película, en cuya fuerza recae la naturaleza con la que se presenta la convivencia de estos lugares estudiantiles. Quizá, muchos se vean reflejados en la pantalla como aquel que vive de tal forma, o ha conocido personas así, pero cuya situación particular ha dado pie para una película con propuesta e ideas no concretas. 

Ahora piense, ¿cuáles son los acontecimientos más importantes de su vida? ¿Cuál es esa sensación que le hace recordar? Esa sensación, quizá, sea la razón por la que uno se siente vivo. 

Comentarios

Entradas populares