Las niñas bien



Las apariencias engañan. El póster de Las niñas bien (2019) hacía pensar a la gente que se trataba de otra comedia romántica mexicana. En ocasiones, las apariencias nos muestran aquello que deseamos observar, y por eso, nos cuesta mirar lo que se esconde detrás del velo. En el caso del segundo largometraje de Alejandra Márquez Abella, se muestra lo que yace detrás del velo de una niña bien. Si en otras películas mexicanas se retrata la apariencia -en cinema cliché- de la clase alta, Las niñas bien destapa el velo de su mundo. 

Los ojos de Sofía están cegados de una luz blanca. Sofía está frente al espejo admirando -tal narciso- su reflejo: le queda bien el vestido blanco que adquirió en una tienda de Nueva York. Es el día de su cumpleaños. Ella nos cuenta que tipo de flores decorarán la fiesta y que el pulpo hecho en casa será el plato fuerte. En el fondo se escuchan las instrucciones de los empleados del hogar. Ella vive en una burbuja, es una niña bien. Su fantasía es que Julio Iglesias asista a su fiesta de cumpleaños. Pero hay una mariposa negra dentro de su casa, que de acuerdo al jardinero, es de mal augurio. 

Ella decide ignorar la mariposa y divertirse en su fiesta de cumpleaños. Sofía tiene que mantener la apariencia de una princesa, de una niña bien. Cuando llega su esposo del trabajo lo primero que le dice es que se vista, los invitados lo esperan y tiene que verse bien, pues ella tiene que verse bien. El esposo le regala un coche, bien, eso lucirá bien con las amigas cuando platiquen en el club. Su amiga, Alejandra (Cassandra Ciangherotti), cuenta un chiste -que resuena los problemas económicos de la época- que Sofía contará en la mesa frente a todos: ella es la estrella. 


Días después de su fiesta de cumpleaños, Sofía se enterará que su mundo esta a punto de cambiar. Quizás lo intuía ya después de despedir a sus hijos al campamento -no se junten con mexicanos, les dijo-, y al meterse a la ducha, no hay agua. El vecino, en apariencia, se va de vacaciones; en realidad, una crisis económica se avecina. En la cocina, las noticias anuncian que el valor del peso decrece, Sofía ignora las noticias, ella vive en su burbuja. La empresa de su esposo está en problemas, los inversionistas se han retirado. Ella recibe la noticia en un restaurante y su atención está en la preparación de la ensalada César que pidió. El problema ya está frente a ella pero lo ignorará: tiene que mantener una apariencia. 

Hay una suerte de predestinación en Las niñas bien. Inés (Johanna Murillo) y su esposo, en la fiesta de Sofía, discuten frente a todos. A Sofía le parece raro, hace unos días ella estaba bien, pero Inés no le ha dicho nada de su situación. Si Inés dice algo la apariencia se derrumba, y con ello, su posición y estatus social. En el club, Sofía observa que Inés discute sobre algo en las oficinas, y durante la reunión matutina ella es la única que comenta sobre la crisis económica que vive el país: ella quiebra la burbuja. 


Sofía atraviesa una crisis similar que se anuncia pronto: no hay agua en su casa, su crema para el rostro está vacía, su esposo juega por las noches con un carrito, los empleados comienzan a desaparecer, su tarjeta no pasa en la tienda, los días sin apariencia son más negros para ella. En la película, Sofía intenta mantener su apariencia a toda costa, aun cuando detrás del velo su estatus sea descendiente. Ella ignora cualquier información que pueda considerarse una amenaza para su burbuja. Cuando Sofía escucha las noticias en la radio cambia la estación, cuando está la televisión se va del cuarto, cuando lee el periódico, toma otro para leer otra cosa: hay otra niña bien en ascenso, su nombre es Ana Paula (Paulina Gaitán). 

Ana Paula no vive en las Lomas como Sofía. Ella no sabe las reglas del juego todavía: con el tiempo aprenderá a ponerse los anteojos para ocultar su mirada a las demás. Aprenderá a utilizar camisas lisas en lugar moradas de rayas. Aprenderá a que hablan a sus espaldas, y que entre más tengas, más interesadas estarán en ti. Aprenderá a jugar tenis. Aprenderá a no decir provechito. Aprenderá a ser una niña bien. Ella es la amenaza para Sofía: es la nueva princesa del cuento. 


El mundo de Sofía es simétrico. Hay armonía en las imágenes del club, cuando juega tenis con Alejandra, cuando se acerca con sus amigas a la mesa a un lado de la piscina, en los vestidores. Las conversaciones del club están filmadas en círculos: cada una de las presentes miente y aparenta. La cámara se detiene con la verdad: Sofía dice que su esposo estará a cargo de la empresa. Ella sabe que no puede hablar de lo que ocurre en casa porque con sus amigas se presentan máscaras. Durante la cinta, regresamos a este espacio en momentos en los que la máscara de Sofía se deshace. Gradualmente el lugar adquiere menos simetría y ubica a Sofía en el fondo del cuadro, ella no es la atención principal del encuadre. 

Al principio de la película, se asocia a Sofía con colores blancos, un blanco que te ciega, que no te deja ver, que es tu burbuja. Ella se viste de negro la noche que intenta sacar a la mariposa de su hogar. 
Consigue un vestido rojo para la fiesta de Ana Paula que compró en una tienda en México, inusual para Sofía. Ella comienza a rascarse el cuello y al paso de los días, ya tiene hinchada esa parte su cuerpo. En los vestidores, Ana Paula se le acercará para hablar de su fiesta de cumpleaños, se reunirán las amigas más tarde pero Sofía no estaba enterada. Ella oculta sus heridas en el cuello con su cabello, ya no puede seguir ocultándose, lo sabe. 

Lo sabe desde el día en el que su esposo y ella salen a comer a un restaurante. Al son del mariachi, la tarjeta no vuele a pasar, Fernando saca dólares y paga en efectivo, también le da propina al mesero. Pero decide ignorarlo. Tiene que mantener la apariencia. El día del cumpleaños de Ana Paula se acerca. Ella, después de mucho tiempo, tiene un momento a solas con su amiga Alejandra. Esta escena es clave: el juego de apariencia dice mucho de ambas. En apariencia, se trata de una amiga que le confiesa un secreto a otra, pero en realidad, es una escena de cuchillos por la espalda. Sofía le dice a Alejandra que ella fue quien le dijo a las niñas el secreto de su virginidad. Ella le devuelve el gusto: puede que Julio Iglesias vaya a la fiesta de Ana Paula. Le dice también que organicen un viaje a Europa, sin niños, o con niños y nanas. Y remata: no estás en tu mejor momento, no vayas a la fiesta de Ana Paula. 


La burbuja de Sofía se fragmenta el día de la fiesta de cumpleaños del hijo de Ana Paula. El montaje nos presenta cuatro secuencias en desorden temporal. La mente de Sofía está fragmentada y quebrada, ha explotado finalmente. Ana Paula confronta con la verdad a Sofía, los niños ya saben que ocurre en el interior de su casa, las amigas no pueden ocultar más debajo de los lentes solares. Pero Sofía no puede darse por vencida, tiene que ir a la fiesta de Ana Paula. Ese día, ella ya se ha transformado. Ella observa las noticias en la televisión, ella ya sabe que vienen por el coche, ella camina hasta la casa de Ana Paula con tacones rotos y el regalo, peor. Se oculta en el garage para respirar pero otra invitada llega y la observa: Sofía ya no puede aparentar. Ella mira su reflejo negro en el vidrio del automóvil, comienza a llover, este es el fin de Sofía, la niña bien. En ese momento, la película corta a negros por primera vez. 

Las niñas bien representa un paso adelante en el cine mexicano. Es una película que se concentra en el viaje emocional y mental de su protagonista. Sofía no se redime hacia el final, ella tiene más cartas bajo la manga para regresar a su estatus social. Ladrará si es necesario. Los elementos cinematográficos están al servicio de la historia: desde la simetría al color hasta los aplausos a la vestimenta. Es una historia de apariencias y engaños, de máscaras y velos que se deshacen, y muestran la verdadera esencia de los personajes. Quien haya creído que esto es otra comedia romántica mexicana más está totalmente equivocado. 

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