Joker, caos y bromas
Joker (2019, dir. Todd Philipps) pertenece al género de cómics, ahí dentro es atrevida, le da un respiro al género, rompe con lo establecido. Lleva la película al exterior y es un regular retrato del origen criminal, el caos y la destrucción, con una gran actuación de Joaquín Phoenix. La película pone sobre la mesa las condiciones por las cuales un hombre como Arthur Fleck se transforma en el icónico villano de la mitología de Batman, el Guasón. Sin embargo, no presta atención a un detalle desarrollado de esa transformación. Su transformación sucede en las oscuridades de un metro subterráneo, en la nueva información que recibe de su pasado, en el instinto de un hospital, en un baile en las escaleras y en el programa de televisión, pero solo atestiguamos su cambio.
La película peca de excesiva claridad. Las razones por las cuales se transforma son claras, tiene un pasado traumático, sufre de una enfermedad mental, sin sus medicamentos no puede controlar sus instintos, además, lo despidieron de su trabajo, lo golpean en la calle, sufre burlas de la persona que idolatra, es incapaz de establecer relaciones sociales y cerraron el instituto mental al que asistía. Esto apoya a la idea que los criminales y la violencia son un producto del sistema. Arthur Fleck es presentado como una víctima y sus actos, como una respuesta al sistema que lo creó. La película tiene una gran literalidad que resulta muy cansada: las largas escaleras que tiene que subir cada día, la lluvia cuando está triste, dejarlo golpeado en el piso, que te muestran que tanto el sufre el personaje, pero nada más allá de eso.
Si fuera una película más atrevida dentro de su género, quizá hubiera prescindido de él. La relación que establece con la mitología de Batman, apoya la idea central, pero deja por fuera la sensación de pertenecer a un lugar real. Se necesita de lo segundo para alcanzar lo primero. La Ciudad Gótica no se siente como una ciudad viva, real, que no sólo es la proyección de un payaso. Esto es muy notorio: si quitamos la mitología de Batman, nos quedamos con situaciones que no tienen un gran peso por sí mismas y personajes que son unilaterales. La película está construida para llegar a ese momento. No tiene aspiraciones más grandes aunque las aparente. Esto también es palpable en otros momentos en los que la imaginación se apodera de la realidad que, supuestamente, deseaba plantear.
En este punto es válido decir que no se trata de una película irregular y sin descabezada, es una propuesta que dentro de su género rompe ciertos esquemas. Tiene más atención a su personaje y contenido que mucho de lo estrenado este año. Podría llegar a conceder que el uso de la cámara, desenfoques y planos muy extraños, expresa la condición mental del personaje. Aunque, en realidad, me parece que es un descuido que proviene de la falta de experiencia del director, el cual no ha podido construir una propuesta estética, aparte de los colores grisáceos y feos que apoyan a la idea de una ciudad sucia. Otro problema con la película es que su personaje es pasivo: las cosas le suceden a él. Para motivar la historia hay que llevarlo hasta los límites. No hay ningún problema inherente con personajes pasivos, sino que en éste caso, esta herramienta parece una salida fácil para resolver la ausencia de desarrollo psicológico, que la mayor parte del tiempo, cae en lo simple, no en la sencillez, que esa es más elegante.



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