Midsommar, relaciones de pareja


Debajo de las flores, los perturbadoras escenarios y las bebidas extrañas, Midsommar (2019, dir. Ari Aster) es una historia fundamentalmente de relaciones de pareja. Al principio de la cinta, Dani habla con su novio por el teléfono, es una toma larga que mira al personaje desde el suelo. La conversación se trata del riesgo que podría correr la hermana de Dani después de que ésta recibió unos mensajes alarmantes. En el fondo, lo que busca Dani es tener una persona con quien apoyarse emocionalmente, mientras que su novio, Christian, por otro lado, ya no quiere y puede apoyarla. Dani le habla a una amiga para decirle que ella tiene la culpa de que Christian se siente así, Christian habla con sus amigos y le dicen que ya no tiene que aguantar tanto de parte de Dani. Estas conversaciones intercaladas reflejan lo frágil que es su relación, lo que esconden en silencio y no pueden comunicar al otro. 

La película suscribe su narrativa en un terror psicológico que sucede de día. Esta alimentado por dos fuentes, la primera es la pérdida, a Dani le ocurre un trágico acontecimiento en su familia; y por otro lado, la falta de apoyo emocional en una relación. Hay que añadir a esto una locación, en principio amable, un retiro -casi espiritual- en el se espera que los personajes se la pasen bien, avancen con su tesis y sanen. Lo que comienza como un viaje psicodélico para sanar termina en un infierno a plena luz del día. Quizás ese sea el aspecto más interesante de la película: el terror sucede de día, con personas desconocidas -incluso las que conoces de mucho antes-, con humanos que tienen otras prácticas -macabras-, con lo otro. Esta tela le permite al director, Ari Aster, enclaustrar a sus personajes en sus propias emociones que poco a poco distancian a uno del otro. 

Por lo general, los planos son amplios y extrañamente simétricos, como si algo raro estuviera por ocurrir. Una gran secuencia a plena luz del día es para morirse: desafía nuestro propio miedo del terror y del desconocimiento. Este grupo de personas tienen una práctica que no logramos entender. ¿Hasta que punto hay que entender y formar parte de tradiciones que nos son ajenas? Un punto interesante que desafía la identidad de los personajes, su cultura y su pensamiento. La separación gradual de Dani y Christian se comunica a través de la separación que hay entre ellos y el fondo del cuadro. También se expresa por medio de la separación espacial, por ejemplo, la mesa, e incluso la diferencia del tamaño de cuadro cuando cruzan -esquivan- miradas. 

Si Hereditary (2018) proponía que la familia es un infierno, Midsommar (2019) lo afirma. Es en el seno de la propia familia que los sufrimientos nacen de por vida. También es el único lugar en el que Dani puede encontrar un apoyo emocional, un lugar donde es finalmente, aceptada. Aunque la segunda película de Ari Aster no tiene el gran juego discursivo de su ópera prima, el sello del director está presente. Las convenciones del género están ahí, un grupo de amigos en una cabaña, los sustos clásicos, la maldad latente, pero su verdadero pseudo-terror está en las personas que rodean esta comunidad, en lo desconocido, en lo extraño, en la familia. 

Comentarios

Entradas populares