La vida caótica de Nada Kadic, viajes íntimos
Una imagen quieta que enuncia una aparente
normalidad en la ciudad de Sarajevo abre la ópera prima de Marta Hernáiz Pidal,
La vida caótica de Nada Kadic (2019). En la imagen vemos un pequeño tren
para transporte público, de lado derecho, un laberinto de escaleras, frente a
nosotros, un pequeño puente para cruzar. Los gritos y llantos de una niña se
escuchan próximos a nosotros hasta que abarcan la totalidad de la pantalla:
Nada, una madre soltera, tiene en brazos a su hija pequeña, Hava.
En principio, esta imagen ordinaria es una
excusa para presentar un mundo estable, en su ritmo y cotidianeidad. Hernáiz
nos presenta una mañana común para Nada y Hava. Mientras la primera se tinta el
cabello de rojo, un color al cual está vinculada, en su sombrilla, su carro, su
paraguas, su vestimenta; Hava está interactuando con el departamento alrededor
de ella. Hava se vincula con el color amarillo, y por momentos, la cámara
adopta su punto de vista, algo inusual como las imágenes nos dejan ver. El
mundo de Hava es colorido, con monitos en la televisión, el color de sus
calcetines, o los interiores de vasos que se transforman en caleidoscopios.
Hava no es una niña común porque es una niña en espectro autista.
La vida caótica de Nada Kadic no tiene una trama, podría incluso decirse
que no es ni una anécdota. Hernáiz adopta un lenguaje más cercano al documental
para narrar la travesía de sus protagonistas. Es irónico aun cuando el mundo
dentro de la imagen sea caótico, por lo general, los planos son fijos, sin
mucho movimiento, sin ser nada caóticos. Parece que estamos dentro de la vida
de una persona, cuya cotidianeidad no tiene nada de común. Nada tiene que
lidiar con un mundo que no está abierto a las diferencias. La escuela que no
permite llegar cinco minutos tarde o el trabajo que no tolera tiempos libres
para recoger a sus hijos. Las largas del servicio médico para ser atendidos o
la nula paciencia de una trabajadora en un supermercado por la actitud juguetona
de Hava frente a unas semillas. Es el mundo indiferente la causa de lo caótico
en la vida de Nada.
Si la primera parte de la película construye el mundo
caótico, la segunda parte lo derrumba. Persistir y moverse. Una no se puede dar
sin la otra. Algunas anotacoines que lee Nada de un libro. La idea sobre salir
de vacaciones fue sugerida por una amiga durante un día de exfoliación de pies.
La sugirió a uno de sus amantes, pero él insistió en no llevar a Hava, y Nada
no aceptará dejar a su hija sola. El viaje es entre ellas dos, el binomio,
madre-hija. Toman el carro rojo, algo deteriorado para salir a conducir, a un
lugar que sólo ellas saben que van.
En ningún momento la película nos hace participe del viaje
de Nada y Hava, tan solo somos meros espectadores contemplando las imágenes.
Podemos intuir algunos detalles del viaje, a partir de cosas que antes hemos
escuchado. La niñera vidente de Hada había dicho que Nada viajaría a su pasado
y lo enfrentaría. Durante el trayecto, aatraviesan túneles, en los cuales la
luz desaparece por completo, lo cual no es nada del gusto de Hava. Nada le
habla, le prende la radio, pero no hay señal en los túneles, a veces, hay un
poco de música. Hernáiz no utiliza lo anterior para causar molestias, sino para
enfrentar al espectador con una reflexión. Esta surge del montaje de las imágenes
y los sonidos, en los cuales la luz y la señal de la radio son los símbolos
principales. Y aunque parece una sobre-lectura, lo que parece sugerir Hernáiz
es que siempre se puede salir del túnel, por más caótico que sea.
La vida caótica de Nada Kadic es una película que no presta atención a una narrativa
típica. Pone lo caótico en las relaciones con el mundo y el escape de este
como un viaje íntimo en el que hay un reencuentro con el origen, pero nunca un escape como tal. En gran parte de la
película no sabemos a donde vamos, pero quizá no tenga sentido preguntar. Lo
sabremos cuando lleguemos ahí y una vez ahí, es hora de regresar al lugar del
que se partió. Solo Nada, frente a las tumbas del cementerio, sabía lo que
ocurría dentro de ella. Y en la ciudad, el último cuadro, nos recuerda que siempre hay esperanza.
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