Polvo, la gallina de oro
El piloto de la avioneta que
cargaba 500 kilogramos de cocaína, después de quedarse sin gasolina, optó por desechar el cargamento. La avioneta se estrelló, pero el
cargamento llovizno un pueblo hundido en la miseria. Los pobladores pensaron
que era tiza, yeso, o alguna otra cosa, pero no que se trataba de droga, ni de
una entrega directa para Miami. Inspirada por un acontecimiento que ocurrió en
la vida real, la ópera prima del actor José María Yazpik, Polvo (2019),
se construye a partir de este inusual hecho.
El primer cambio respecto a la anécdota
real es el desenlace del pueblo. “El Chato” (José María Yazpik) es mandado por
sus jefes del narcotráfico para recolectar el cargamento de cocaína. A cada uno
de los habitantes se le dará 100 dólares por cada paquete que entregue. La
premisa de la película resulta, no la caída de 500 kilogramos de cocaína, sino
que el narcotráfico le regale dinero al pueblo para recuperar su mercancía. En
la vida real, el narcotráfico acabó con el pueblo entero. Esta entrada de la gallina
de oro está reflejada visualmente con los cálidos rayos de luz de la fotografía
de Tonatiuh Martínez.
En una sintonía menor que con Pájaros
de Verano (Cristina Gallego, Ciro Guerra, 2018), Polvo también explora
como el dinero sucio corrompe sociedades y tradiciones. Facundo (José Manuel Poncelis)
le entrega al “Chato” bastantes paquetes y él recibe bastante lana. “Ay, hijo
de su pinche madre, nunca había visto tanta feria junta”, le dice sorprendido.
Facundo se viste de traje, se compra lentes de sol, relojes, y cuando se dirige
al bar para celebrar pide la bebida más costosa del lugar. Pero sólo tienen
cerveza y se la sirven en copa para que sea de más finura. El pueblo, también
toma una actitud similar, en su fiesta ahora servirán la cerveza en copa, cada uno
tendrá trajes y vestiduras finas, la escasez ha terminado.
Sí, la llegada de esta feria fantástica
corrompe los hábitos del pueblo, pero plantearía una tesis ligeramente distinta.
Le dicen a Facundo que se le quito lo prieto cuando entra al bar con el traje y
los lentes. Cuando se pone de pie frente al cura y al dizque autoridad, le dice
sus verdades. Son personas que buscan quitarle al pueblo, jamás ven por el
beneficio, sino por lo que pueden arrebatar. Sin darse cuenta, la película ha planteado
un escenario en la cual el grupo oprimido se levanta para hacer oír su voz. Es
un escenario fantástico en el que la pobreza termina por obra de los narcos,
pero que sirve, sin que la película lo sepa, para decirle las verdades a las
autoridades que se aprovechan de estos grupos silenciados.
Y quizá, esta fortuna azarosa,
sea también el defecto discursivo de Polvo. Si la película tiene una
tesis acerca de pueblos corruptos por dinero sucio, en realidad no abraza nunca
las reales consecuencias. Lo utiliza más bien, para hacer un espacio cómico en
un ambiente y ritmo conducido por lo sonoro. En el fondo, la película se trata
de una persona, “El Chato”, que regresa a su pueblo después de diez años desde
que prometió ser un actor en Hollywood. Se unió a las filas del crimen organizado,
pero no a las de la industria. Su madre, su exnovia, sus compadres se lo
recuerdan a cada rato. Este conducto narrativo, contrario pero similar a Cinema
Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), le sirve a Polvo para hacer de
las suyas. Hay algunas revelaciones para “El Chato” pero que no tienen mayor
peso durante y hacia el final de la historia. Así como la presencia, en tanto
que ausencia, del narcotráfico, nunca se siente como una amenaza que se pasea
por el pueblo.
Las conversaciones en Polvo
son pequeñas, se saludan y preguntan como están repetidas veces, “nada, todo
bien”. Estas insignificantes conversaciones entre los personajes son diálogos
contenidos de personajes que están a punto de explotar. No se han visto en diez
años y platican como si se hubieran visto ayer. Si tiene alguna virtud Polvo,
es que se siente como tal, la vida de pueblo, en sus ambientes, en sus sonidos,
en sus conversaciones. Los personajes de Mariana Treviño siempre están a punto
de explotar en una crisis nerviosa, y por ello, su interpretación de Jacinta es
muy sorprendente. Es más contenida, pero puede leerse que está a dos de
saltarle encima al “Chato”. Polvo no tiene un discurso per se que
elabore sobre la violencia en México o sobre la corrupción de los pueblos, parece
más bien que los retoma como excusa para otras introspecciones que nunca llegan
a la superficie.
Comentarios
Publicar un comentario