El primer hombre en la luna: la inestabilidad emocional
Cuando observamos el cielo nocturno, ¿qué observamos? ¿Qué hay allá afuera? ¿Qué tan diferente es del mundo en que caminamos?
Hay muchas películas sobre el espacio, pero las hay pocas de cómo el hombre llego al espacio. La carrera hacia lo desconocido en los años 60s fue un aspecto importante de la Guerra Fría. Ya has escuchado la historia, y has visto las imágenes: el primer hombre en la luna fue americano. First Man (2018), cuarto largometraje de Damien Chazelle, es una película que explora el otro lado de lo desconocido: ¿cómo le hicimos para llegar a la luna?
Tanto en Whiplash (2014) como en La La Land (2017), Chazelle habla del esfuerzo como vía para alcanzar tus sueños. Los personajes son motivados para alcanzar lo inalcanzable, incluso si atenta contra su propia vida, o se pone en riesgo una relación amorosa. Lograr lo que quieres tiene un precio. First Man se mantiene fiel a los temas de su autor, sobre que tan lejos puede llegar una persona para alcanzar sus objetivos y el precio de cumplir la misión.
Neil Armstrong, el de ficción, interpretado por Ryan Gosling, es construido a partir del fallecimiento de su hija, Karen. Es un personaje que no puede expresar sus sentimientos a los que lo rodean, ese es su problema. La herida que dejó Karen en su corazón es gigantesca, pero no acude a su esposa, Janet (Claire Foy), ni a sus amigos de la NASA. La interpretación de Gosling requiere mucha sutileza y dolor interno. Él está enfocado en una cosa: llegar a la luna. Está lejos de su casa pero cerca de la luna. Parece que el mayor tiempo que pasa ahí le recuerda su pérdida. Armstrong iría lo más lejos posible para encontrar estabilidad emocional. Lo que necesita es entablar una conversación honesta con quienes más lo quieren, pero él prefiere esconderse y guardarse el sentimiento para sí. Chazelle encuentra un aspecto bello en una historia de epopeya: un hombre herido que no puede sanar aún cuando está en el lugar más alejado de la tierra.
Desde el comienzo, la narrativa nos atrapa en dos miradas: la de Armstrong, limitada a su visión del mundo, y la de su hogar, con una cámara nada estable. Las miradas se contrastan: mientras Janet está cuidando a los hijos en el vecindario, su padre está en una nave hacia el espacio exterior. Chazelle huye de cualquier nacionalismo, de cualquier aplauso ciego, de lo gigantesco del evento, huye para contarnos lo cotidiano de esta familia. Aborda la temática desde la incapacidad de Armstrong para entablar relaciones con los demás, y desde los intentos de Janet por llevar una vida normal. En la casa, la cámara se mueve muy distinto a las coreografías super coordinadas de La La Land, y al ritmo ágil de Whiplash. Es una que nunca se siente cómoda en ningún lugar, que no es estable, como sus personajes. La relación entre Armstrong y su esposa es una que se descompone por las distancias que se guardan. La distancia más larga puede, quizás no poner fin a una relación, pero sí a dejarla sin palabras, en completo silencio. En la otra mirada, la de Armstrong, Chazelle nos ofrece la llegada a la luna. No hay momentos alentados de los astronautas bajando de la nave, ningún acercamiento dramático, la cámara forma parte del discurso: vemos lo que Armstrong ve al pisar la luna. Despoja al evento de la magnitud que tuvo, y tan sólo, como la frase dice: fue un simple paso para un hombre. Hay una angustia en la simplicidad: hemos llegado tan lejos pero los sentimientos son tal como en casa. Es el viaje más largo del mundo para purificarse.
Él último aspecto que quiero notar es la crítica que hace Chazelle al como se llego a la luna. Un gran objetivo como este tuvo un costo, la vida de otros. Por fallas mínimas de tornillos y cables enredados, por una pobre comunicación entre la nave y la estación, por juegos de niños grandes. La queja social se hace presente: el hombre blanco llega a la luna, pero el afroamericano tiene que pagar sus deudas, y la renta sigue, y el racismo. ¿Qué progreso hay en recorrer tan largas distancias si ni es posible progresar como humanidad? Detrás de un hombre que caminó por la luna, hay un sin fin de vidas pérdidas, un sin fin de hechos ignorados, porque queríamos alcanzar lo inalcanzable.
Quizás aquí es dónde Chazelle desarrolla un tema aún más maduro que sus películas anteriores: llegar a tu meta más grande no significa resolver tus problemas. Puede no ser tu felicidad después de todo. Tanto a nivel personal, en el caso de Armstrong, como al nivel de la sociedad, las injusticias siguieron, y lamentablemente, perduran.
First Man es una historia que encuentra dolor y pérdida en la etapa más luminosa de la humanidad, o si alguien más agudo quisiera proponer, la etapa más oscura.
Veo oscuridad, eso es lo que veo.



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