La noche de 12 años: de lo que trata ser humano



Yo no soy uruguayo. Yo no sé mucho de la situación política en Uruguay, y menos seré un experto en su historia. Podría investigar y repetir lo que encuentro en internet pero quiero realizar otro experimento: despojar a la película de su contexto histórico para hablar solamente del lenguaje cinematográfico. Tanto en Australia como en México la magia del cine permanece, lo que cuenta tiene el mismo impacto porque es de humanos para humanos. Incluso sin conocer el contexto político, o cualquier contexto, podría encimarse la narrativa sobre cualquier individuo: porque la emoción es la principal herramienta. Véase un hombre encerrado en una celda por doce años: no hay libertad. Luego entérese que ese hombre era José Mujica.

La noche de 12 años (2018), tercer largometraje del uruguayo  Álvaro Brechner, narra la historia de tres guerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamoros capturados como rehenes por el gobierno: José Mujica, Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof. No pudieron matarles, ahora los volverán locos. Estarán recluidos en celdas sin acceso a luz natural, sin alimentar, privados de las necesidades más básicas, sin escapatoria o esperanza.

Mi postura es la siguiente: despojar el contexto histórico de la película nos permite analizar a profundidad los temas que abarca. La historia trata sobre tres personas encerradas durante doce años en prisión pero la película cuenta lo que sintieron, lo que perdieron, y lo que ganaron. La idea es que estar aislado del mundo te vuelve loco.  Los personajes están encerrados, su acción está obstruida, no hay mucho que puedan hacer. Brechner encuentra una narración sobre lo que sienten los prisioneros. El gozo de encontrar una forma de comunicación a golpes entre las paredes de las celdas, de saberse vivos. De rogar por quitarse el saco de la cabeza sólo una vez y al abrir los ojos: un paisaje impresionante. El grito de júbilo cuando escuchas por la radio que tu equipo de fútbol anota gol. Es una historia sobre humanos que han despojado a otros de lo humano: la comunicación, la naturaleza, la razón, la música, las estrellas, el amor. Algunas veces brincamos hacia los deseos materializados de los personajes: ver a sus hijos crecer, nacer, o abrazar a la persona que más aman, hablar con su madre o su padre.
No toda la película sucede en una sola ubicación, a los rehenes los trasladaban constantemente para que no fuera posible ubicarles. Hay distintas celdas durante la película: cada una tiene un aire distinto a la anterior. La celda se convierte en la situación emocional del personaje, ya sea que sea un poco más abierta y permita la interacción con otros seres humanos, o que las paredes no sean demasiado gruesas para permitir la comunicación a golpes entre los prisioneros. Otras pequeñas, oscuras, debajo de lo más profundo, escondido debajo de los demás como si lo no humano viviera ahí. 

Por otro lado, un aspecto que no me parece bien logrado es el papel de la cámara en estos ambientes. Se trata de una cámara indecisa y tambaleante, es una acompañante más que una narradora: repite mismos planos en las celdas que logran no un efecto de aislamiento o locura, sino un cansancio, no del que sienten los prisioneros, sino del desgana seguir con la historia. El hecho es que la situación para el preso no cambia: sigue siendo preso. Cuando uno de los prisioneros es solicitado para escribir cartas para enamorar a la pretendiente de un coronel, la situación no es más que entretenida, y sustancial para el argumento general. 

Hacia el tercer cuarto el discurso se nos presenta: aférrate a lo que sea. Sin embargo, no se trata de un fundamentado al sentido de la vida, aunque pudiere, una situación tal como estar prisionero doce años es indigna. Ahí es hacia donde va la película: no quiere decirte como sobrevivieron sino que sobrevivieron. Además, subyace una crítica hacia el ejercito y las instituciones: formadas de humanos no humanos. Los soldados que orinan a los prisioneros, que son seguidores ciegos, dicen cosas como periscopio sin conocer su significado, juegan, comen, ríen, mientras el otro está hambriento y loco, incapaces de permitir a un hombre hacer del baño, preocupados por su status social, y los jóvenes: puro rebaño. El mensaje es constante y estremecedor: aún más cuando ante una organización aparente universal los prisioneros sólo reciten sus nombres y les priven de todo. 

La primer secuencia sucede en una prisión. Estamos dentro de una caseta de vigilancia ubicada al centro de una prisión: la cámara da vueltas en círculos mientras al fondo los soldados golpean a los prisioneros. La cámara da vueltas. Más vueltas. Marea. No hay salida, y el plano te vuelve loco. Resume en poco la idea de la película. Aunque tiene otros momentos así, también cae en formas convencionales para llegar a la locura o acercarse a la tensión. Lo convencional no es más que un molde que ha sido repetidamente utilizado y cuyo sabor se diluye en el tiempo. Puede ser efectivo, que lo logra, pero la sola historia de por sí es emotiva, aunque tenía la capacidad de serlo diez veces más. 

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